Estaba aprovechando el solcito de la tarde en los jardines,
cuando lo ví. No era la primera vez que estábamos cerca, pero jamás le había
escuchado emitir sonido. Parecía mudo. Pensé que esta vez iba a ser igual, pero
no fue así.
Cuando quedó cerca, me dijo:
-
Esta vez zafé…
-
¿?
-
Les pareció que había tragado las pastillas,
pero me las puse debajo de la lengua y después las saqué.
-
¿y por qué?
-
Ellos no quieren que hable. Lo que sé es
demasiado importante como para que se repita y –a toda costa- me tienen dopado.
Alguna vez temí por mi vida, pero en la medida en que me vean dócil, creo que
sobreviviré.
-
¿De qué habla?
-
Si, lo que yo sé es poco creíble, porque pone en
duda todo el andamiaje cultural de la fe. Así como me ve, soy un cardenal y
estuve durante muchísimos años en El Vaticano. Mi devoción hizo que escalara
posiciones hasta llegar cerca del Papa y eso fue una bendición, pero también mi
condena.
-
Sigo sin entender, pero no se preocupe no tiene
porque contarme nada.
-
No sé si tendré otra posibilidad de compartir lo
que sé, por eso le pido que me escuche muy atentamente y no olvide nada, porque
esto le hará conocer una situación de notable importancia.
-
Está bien, lo escucho.
-
No es fácil ser Benedicto. El paso de los años,
las responsabilidades, las presiones y los compromisos a veces pesan demasiado.
Una noche estaba por acostarse cuando, frente al espejo, se dio cuenta de que
su imagen no lo acompañaba. Al contrario, su sosias le dijo “tengo que hablar con
vos”. El asombro y el horror se apoderó de él. “Es el diablo”, pensó. Pero la
imagen siguió diciendo: “Hemos decidido que sea yo y a vos quien realice el
reclamo, porque ya lo notamos insoportable. Queremos que las cosas se asuman
como son o como deberían ser. Cuando Dios creó el mundo, hizo dos dimensiones
diferentes: una de este lado de los espejos y el otro del tuyo, pero tuvo
cuidado en generar una enorme diferencia: mi lado es el Paraíso, el lado bueno
y el tuyo el Infierno, el lado malo”. Benedicto creyó que soñaba o deliraba y
corrió hacia la salida de la habitación, pero la imagen lo llamo diciéndole:
“no huyas, porque no solucionarás nada y todo será peor. Estamos cansados y
queremos que esto tenga un fin”. El Papa se volvió lentamente y se animó a
preguntar: “¿quienes son Uds. y que quieren?”. La imagen, su imagen, respondió
“somos los que debemos aparecer cada vez que uno de ustedes se planta frente a
un espejo, a nosotros nos toca repetir sus movimientos en modo reflejo y
ayudarlos en muchas de las cosas que no pueden hacer solos. Cuando no están
frente a él, estamos liberados y podemos descansar y hacer nuestras cosas, pero
debemos estar atentos las 24 horas del día. Lo nuestro es agotador, pero lo
hacemos con la bondad de saber que estamos donde estamos”. Benedicto respondió
“es muy difícil de creer ¿porque yo, porque a mí?”. La respuesta no se hizo
esperar: “teníamos que buscar un hombre que pudiera reunir todo lo que hace al
poder y a la fe para que negocie nuestro pedido que es –justamente- que
reconozcan su condición y la nuestra”. “Pero ¿Cómo puede decir Usted que vive
en el Paraíso y yo en el Infierno?”. “Muy sencillo ¿viste alguna vez realizar
una maldad a quien esta de este lado del espejo? Esto es un asesinato, una
tortura. Al contrario, cada vez que aparecemos es para reflejar lo mejor de
cada uno de los que se paran adelante, en el rostro, en la vestimenta, etc.
Hasta hay gente que hace el amor frente a nosotros. No es casual que el romper
un espejo venga de la mano con siete años de mala suerte porque es destruir uno
de los portales del Paraíso. El tema es que ya existe tanta crueldad en tu
mundo que tememos por el nuestro y vamos a impedir que el Maligno avance de
cualquier manera y a toda costa”. “De todas maneras es muy difícil de creer”
replicó el heredero de Pedro. “Cabeza dura y de poca entendedera –replicó la
imagen- ¿acaso viste alguna vez un bombardeo a través de un espejo? ¿una
matanza, una violación o un asesinato? No, porque el mal no existe de este
lado. Nosotros no reflejamos la maldad y para muestra te puedo mencionar algo
más concreto ¿Cómo se detectan los vampiros? Frente a un espejo. Ellos no se
reflejan en él, porque ellos son parte de tu infierno y no de nuestro paraíso”.
Benedicto, tomándose la cabeza solo atino a decir “Bueno, pero yo debería
convocar a un concilio y hablar con los líderes del mundo y eso no es fácil,
lleva tiempo…”. “Te doy un solo un día y para demostrar nuestro poder, de este
lado realizaremos un paro de veinticuatro horas para que puedas comprender la
verdad de lo que digo”, fue la respuesta.
A esta altura el relato me tenía totalmente atrapado e
interesado.
-
¿y? le dije ¿que podían hacer si son solo un
reflejo?
Me interrumpió y continuó:
-
Durante un día entero los espejos se nublaron en
todo el mundo y no devolvieron el reflejo habitual.
-
¿y qué pasó?
-
Un desastre. Desde las mujeres que se
maquillaron y se pintaron mal toda la cara presentando un aspecto horrible;
hasta los hombres que debieron afeitarse sin distinguir por donde pasaban la
navaja ocasionándose múltiples heridas en el rostro… En fin… la gente salió a
la calle tajeada, groseramente presentada, vestida de cualquier manera y hecha
un mamarracho. Pero eso no fue lo único, hubo más, mucho más… por ejemplo
accidentes de todo tipo y choques porque los espejos retrovisores de los
vehículos estaban opacos y los conductores debían manejar sin poder ver qué
había detrás, muchísimos aparatos dejaron de funcionar (telescopios,
instrumental médico, etc.), en fin… para que seguir… como dije un total desastre
y lo peor es que –salvo Benedicto-nadie sabía por qué ocurría lo que ocurría.
-
¿y entonces...?
-
Llorando, él volvió esa noche a su cuarto, para
hablar con su propia imagen. Cuando ella apareció, le dijo “por favor, estoy
dispuesto a hacer cualquier cosa que me pida pero pongan fin a esto y –por otro
lado- no permitan que la fe, tal como la conocemos, se derrumbe. Si yo digo al
mundo esto, la desilusión y la desconfianza puede ser tan grande que podría
poner fin a la esperanza de la humanidad y la desgracia sería mayor.”. “Está
bien, respondió su reflejo, y esta es una muestra de nuestra bondad, solo debe
comprometerse a que nunca el mal pase este umbral divino y además deberá
guardar secreto de lo sucedido para siempre”. “Así será”, dijo compungido Benedicto.
-
¿Cómo se enteró usted de todo esto?
-
Sin quererlo y por mi proximidad con el Papa fui
un accidental testigo de este último dialogo. Ante el peligro que diera a
conocer lo ocurrido, Benedicto lo organizó todo. De allí en adelante mi vida ha
sido un calvario y aquí me tiene drogado, mudo y encerrado…
Esa fue su última afirmación porque vio que lo venían a
buscar. No se resistió. Quedó nuevamente en silencio y con la cara petrificada
que siempre solía mostrar. Así se lo llevaron.
Me quedé solo un rato más porque el sol ya se ponía y
comenzaba a refrescar. Entonces volví a mi habitación del Hospital
Neurosiquiátrico.
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