Una mas de las reuniones familiares. Todos juntos. Desde los mas viejos
hasta los pequeñines. Como buena estirpe italiana, hablando todos a la vez y
sin que nadie escuche a nadie.
Si vinieron todos. Florencia y Eduardo, Fernanda y Tulio, Priscila y Pablo,
Marian y Seba… también están Cecilia y Mariano… y toda la chiquilinada.
Es el cumpleaños del tío Carlitos y Liliana –su señora- le ha preparado una
comida especial: canalones a la Rossini, uno de los manjares que suelen escaparse
de sus habilidosas manos.
Los grandes alrededor de la mesa y los chicos corren de aquí para allá.
El departamento apenas si lo soporta, parece estirarse como si fuera de goma.
De pronto se escucha un ruido seco y un llanto de niño desconsolado.
Mas gritos y una madre que auxilia al pequeño, mientras los otros
(cuatro, para ser mas exacto) le hacen ronda, solo para mirar como lagrimea.
- ¡Estos chicos...! Así no se puede conversar tranquilo…
- ¿Adonde vamos a parar? Pronto vamos a tener que alquilar un club, porque
el departamento no da para más…
- ¡Ya te dije, Carlos, que tenemos que comprar un departamento más grande!
¿Ves porque te lo digo? No entiendo porque te negás.
Todo se fue tranquilizando o, mejor dicho, volviendo a su estado anterior
pero con un solo detalle diferente: el silencio de los chicos.
El tío Robertito estaba en medio de ellos y les decía:
«Pórtense muy bien, porque -en realidad- ustedes no existen, entienden,
no existen; son solo parte de un sueño que tengo y si me despierto, ustedes
desaparecen todos… porque no son una realidad… sino solo son producto de mi
fantástico sueño… así que mucho ojito con lo que hacen… ¿entienden?»
Los chicos miraban con ojos enormes al tío que les hacía semejante advertencia
y se sumergían en el miedo terrible de que aquella advertencia fuera cierta y
el fin de su existencia estuviera ligada a que él se despierte.
- Che boludo, a ver si dejas de decirle pavadas a los chicos que después
se asustan y no pueden dormir o tienen pesadillas, dijo Carlitos
- Sabés que pasa, que si no hacemos algo, no nos van a dejar de joder… y
fijate como quedaron, si se lo creyeron todo, replicó Robertito
- Déjenlos pobrecitos, ¿no ven que son chicos?, fue el reclamo unánime
que se escuchó de inmediato.
.......................
- ¡Genaro, Genaro, despertate que ya es hora de ir a la escuela!
- Vamos Genaro, que ya es tarde ¿Qué te pasa? ¿Estabas soñando?
- Si mamá, soñaba con una fiesta donde había un tío loco que inventaba
pavadas…
Este cuento esta incluído en el material del libro “De aquí, de allá y de mi abuelo también (y va con yapa)”, editado en diciembre de 2011.
Este cuento esta incluído en el material del libro “De aquí, de allá y de mi abuelo también (y va con yapa)”, editado en diciembre de 2011.