sábado, 9 de mayo de 2020

EL SUEÑO


Una mas de las reuniones familiares. Todos juntos. Desde los mas viejos hasta los pequeñines. Como buena estirpe italiana, hablando todos a la vez y sin que nadie escuche a nadie.
Si vinieron todos. Florencia y Eduardo, Fernanda y Tulio, Priscila y Pablo, Marian y Seba… también están Cecilia y Mariano… y toda la chiquilinada.
Es el cumpleaños del tío Carlitos y Liliana –su señora- le ha preparado una comida especial: canalones a la Rossini, uno de los manjares que suelen escaparse de sus habilidosas manos.
Los grandes alrededor de la mesa y los chicos corren de aquí para allá. El departamento apenas si lo soporta, parece estirarse como si fuera de goma.
De pronto se escucha un ruido seco y un llanto de niño desconsolado.
Mas gritos y una madre que auxilia al pequeño, mientras los otros (cuatro, para ser mas exacto) le hacen ronda, solo para mirar como lagrimea.
- ¡Estos chicos...! Así no se puede conversar tranquilo…
- ¿Adonde vamos a parar? Pronto vamos a tener que alquilar un club, porque el departamento no da para más…
- ¡Ya te dije, Carlos, que tenemos que comprar un departamento más grande! ¿Ves porque te lo digo? No entiendo porque te negás.
Todo se fue tranquilizando o, mejor dicho, volviendo a su estado anterior pero con un solo detalle diferente: el silencio de los chicos.
El tío Robertito estaba en medio de ellos y les decía:
«Pórtense muy bien, porque -en realidad- ustedes no existen, entienden, no existen; son solo parte de un sueño que tengo y si me despierto, ustedes desaparecen todos… porque no son una realidad… sino solo son producto de mi fantástico sueño… así que mucho ojito con lo que hacen… ¿entienden?»
Los chicos miraban con ojos enormes al tío que les hacía semejante advertencia y se sumergían en el miedo terrible de que aquella advertencia fuera cierta y el fin de su existencia estuviera ligada a que él se despierte.
- Che boludo, a ver si dejas de decirle pavadas a los chicos que después se asustan y no pueden dormir o tienen pesadillas, dijo Carlitos
- Sabés que pasa, que si no hacemos algo, no nos van a dejar de joder… y fijate como quedaron, si se lo creyeron todo, replicó Robertito
- Déjenlos pobrecitos, ¿no ven que son chicos?, fue el reclamo unánime que se escuchó de inmediato.
.......................
- ¡Genaro, Genaro, despertate que ya es hora de ir a la escuela!
- Vamos Genaro, que ya es tarde ¿Qué te pasa? ¿Estabas soñando?

- Si mamá, soñaba con una fiesta donde había un tío loco que inventaba pavadas…

Este cuento esta incluído en el material del libro “De aquí, de allá y de mi abuelo también (y va con yapa)”, editado en diciembre de 2011.

EUGENIO CÁCERES AMABA SU QUINTA DE TOMATES


Después del último día que traspuso la puerta del ministerio, Eugenio se dijo que jamás volvería a él.
Más de 40 años ¡40! Toda una vida había quedado allí. Toda SU vida.
La vuelta al hogar fue una cosa diferente. La casa, antes acogedora y con Delia esperándolo, ya no era su realidad. Ahora la sentía fría y solitaria.
Alguna vez pensó en tener una mascota, pero los tiranos horarios y las repetidas horas extras hubieran torturado al pobre animal, tal como lo hacían con él. Ahora le parecía tarde.
Sus nietos, que de tanto en tanto aparecían a verlo (incluso más que sus hijos), le habían preparado la tierra del pequeño fondo que tenía la casa.
Casi sin darse cuenta nacieron aquellas plantas de tomate que fueron convirtiéndose en algo más en su vida.
El riego, colocarles tutores de caña, atar las plantas para que se fortalezcan, verlas crecer… comenzaron a ser parte de su existencia. Hablaba con ellas, con los retoños, con los frutos… A cada uno un comentario particular, a cada uno lo suyo. ¡Si hasta les había puesto nombre!
En realidad era difícil saber quien sostenía a quien.
Aquella mañana de marzo, al despertarse vio a través de la ventana el cielo totalmente negro.
A los pocos minutos una metralla de granizo terminó implacablemente con la huerta.
Él vio todo a través de la ventana.
Él lo observó desde su cama.
Él sintió cada piedra en su cuerpo.
Él nunca más volvió a levantase de allí.

Este cuento esta incluído en el material del libro “De aquí, de allá y de mi abuelo también (y va con yapa)”, editado en diciembre de 2011.