miércoles, 13 de agosto de 2014

YO TENGO EL MANUAL


Hay un dicho popular que afirma que “la función hace al órgano”, y pienso que (por extensión) la misma expresión se puede aplicar a muchos seres humanos. No son pocos los que se mimetizan con la función o la tarea que cumplen habitualmente. A veces llegan a identificarse de tal manera que parecen convertirse en un engranaje más del lugar en que prestan servicio. En este proceso también influye la propia naturaleza de la organización donde el individuo actúe  para que este fenómeno ocurra en menor o mayor medida.
Los muchachos de hoy desconocen las características de lo que fue el Servicio Militar Obligatorio .
A comienzo de los años 70 me tocaba la conscripción, que se denominaba popularmente como «colimba», palabra que tiene su origen en tres actividades frecuentes en los conscriptos (corre, limpia y barre).
De ella se trata esta historia.
Fui incorporado al Regimiento 7 de Infantería “Coronel Conde” de la ciudad de La Plata, que tenía su asiento a solo tres cuadras de la casa de mi infancia.
Estudiante de Derecho, fui destinado al batallón de “aspirantes a oficiales de reserva”, lugar donde habitualmente se reunía a los universitarios que eran incorporados.
El comienzo y la aclimatación a esa vida no era tarea fácil por la rigidez de la vida castrense. Ella tenía una lógica totalmente diferente a la que estábamos acostumbrados. Sobre todo los que –de alguna manera- teníamos puestas todas nuestras expectativa de vida en labores intelectuales.
En lo que hace a mi experiencia, lo que más me llamó la atención durante los primeros días, era la aparente “apertura” de los oficiales a cargo. Después me dí cuenta de que aquello era una estratagema destinada a “conocernos”, con el objetivo de ver la manera de ir incorporando en nosotros su propia lógica, única e incuestionable.
Nos reunían en un lugar de la cuadra para una de las habituales “charlas” de “iniciación”. En esa oportunidad, el teniente Taquini tenía a su cargo la misma.  Era un oficial apenas mayor que nosotros, alto, flaco pero fornido,  su cara mostraba facciones angulares, duras; y una piel color aceituna que no sabría si era porque se había convertido en una parte más del uniforme verde oliva o era el efecto de tanto tomar mate en sus largos ratos de ocio. Rígido, estructurado, estricto, inflexible y formal al extremo.
Una vez que nos tuvo acomodados, comenzó a pasearse frente a su auditorio, pavoneándose y haciendo gala de sus charreteras. Caminaba en silencio y mirándonos fijamente como buceando en el interior de cada uno para conocer el contenido de nuestras mentes. Cuando creyó tener todo controlado y en condiciones, con total ironía, dijo:
-      Quiero preguntarle a los soldaditos, aventajados estudiantes universitarios que seguramente creen sabérselo todo ¿Qué es la Vida?
Allí se detuvo y comenzó a observarnos con aire de superioridad.
Ante semejante pregunta, se hizo un silencio general. Nadie sabía hacia donde se dirigía la cosa y tampoco era cuestión de arriesgar nada.
El teniente volvió a la carga:
-      ¿Que pasa? ¿Nadie tiene idea de “Que es la Vida”?
El silencio se repitió como única respuesta.
Entonces el oficial estalló:
-      ¿Me quieren decir qué clase de universitarios son ustedes? ¿veo que hay aquí estudiantes de todas las disciplinas y en realidad son una manga de burros que no tienen idea de las cosas realmente importantes?
Y volvió, ahora muy amoscado y con los ojos que parecían escupir fuego a gritarnos en forma amenazante:
-      Por última vez ¿Qué es la vida? Y si nadie contesta,  van a empezar a conocer cuáles son los castigos militares…
Entonces el chaqueño Tevez, estudiante de física, con mucho temor, esbozó tímidamente:
-      Mi teniente, para mí la vida hace referencia a la duración de la cosas o a su proceso de evolución…
-      ¡Por fin uno! Bien soldadito, ya era hora de que alguno se animara porque por un momento pensé que estaba rodeado de mujercitas ¿y que mas? Porque eso es muy poco ¿o los otros no saben nada?
Ricardo Salvatierra, estudiante de biología, se arriesgó a avanzar algo más y agregó:
-      La vida se considera a la condición interna esencial que categoriza, tanto por sus semejanzas como diferencias, a los seres vivos… es el estado intermedio entre el nacimiento y la muerte…
-      ¡Pero qué complicado, soldadito...! pero vamos arrimando la bocha al mingo, acotó Taquini. ¿y? ¿nada más?
El flaco Palimieri, estudiante de medicina, se animó a ensayar:
-      Desde el punto de vista médico se me ocurre definirla como conjunto de funciones involuntarias nerviosas y hormonales que adecuan el medio interno para que el organismo responda en las mejores circunstancias a las condiciones del medio externo.
-      ¡Que tal el muchachito...! cuanto palabrerío…  inútil, vacío y sin sentido… pero estamos cada vez más lejos… les repito, soldados ¿Qué es la Vida?
Allí el Sapo Costanzo, estudiante de sicología, aventuró:
-      Desde la perspectiva de la sicología, podría decir que la vida es un sentimiento apreciativo por las interacciones del ego con el medio, y, por reacción a dicho sentimiento, la lucha por sostener su homeostasis en estado preferente…
Taquini lo interrumpió casi aullando:
-      ¡De sicología tenía que ser...! ¿Ud. sabe lo que está diciendo? Cuidado con esas palabras tan raras que pueden terminar en cualquier cosa… a ver si se me hace terrorista… vamos a lo sustancial… vamos a lo concreto vuelvo a preguntarles, pedazo de tagarnas y por última vez: ¿Qué es la Vida?
Hugo Treboux, estudiante avanzado de filosofía que venía escuchando atentamente el desarrollo del interrogatorio, tomó la palabra:
-      Mire, mi teniente, este es un tema muy discutido a lo largo de toda la historia y puede abordarse desde diferentes modos de conceptualización. Por ejemplo Edmund Husserl lo hace desde el objetivismo; Platón, Descartes y Scheller, desde la dualidad alma-cuerpo; Hartman, desde la fenomenología del conocimiento y puedo mencionarle muchos, pero muchos más… entonces le pregunto, mi teniente y con todo respeto ¿Qué es para Usted la Vida?
Ni lerdo ni perezoso, el teniente Taquini le respondió sonriendo sobradoramente:
-      ¡Ja! ¡Conmigo no, soldadito…! ¡Cómo no voy a saberlo! ¿No sabe acaso que soy yo el que tiene todas las respuestas? ¿No sabe que soy yo el que tiene el Manual de Instrucción Militar?

.Este cuento forma parte del libro “Para muestra basta un Cuentito” editado en enero de 2013


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