Cada
vez hay más autos en Concepción del Uruguay. Ni siquiera se puede hacer una
diligencia en el centro sin tener que dar un montón de vueltas para encontrar
estacionamiento, suerte que viviendo cerca de la Plaza Ramírez prácticamente se
puede hacer todo caminando. Después de todo es lindo caminar y hasta saludable.
Tenía que hacer una diligencia y aprovechó. Encaró por la peatonal que, recién
arreglada, está hermosa. Tal vez por ser una tarde primaveral y comienzo de
mes, hace que esté tan llena de gente. Le gustaba ver a Uruguay así. Con
movimiento. Disfrutaba de la caminata cuando lo vio. Caminando en sentido
contrario venía Poroto Elizalde. Se conocían de toda la vida. Bajo, gordito (de
allí el apodo), ahora casi calvo y con una sonrisa imborrable que le servía de
presentación. ¡Que alegría! Un amigo que no veía desde hacía muchísimo tiempo.
- ¡Que haces Poroto...!
- ¡Cacho querido, que alegría encontrarnos...!
- ¿siempre digo, como puede ser que en una ciudad tan chica
no nos crucemos más seguido?
- Y como salimos siempre en auto, jamás nos vemos si no vamos
al mismo lugar.
- Y, a eso agregale, que uno es un forro ¿Qué cuesta agarrar
el teléfono?
- Pero qué alegría verte.
- ¿y si nos vamos hasta la Rys y compartimos un cafecito?
- No sé, tengo que hacer…
- Dejate de joder, no nos vemos en tanto tiempo y andas con
vueltas, si estamos a cincuenta metros…
- Tenes razón. Vamos.
Caminaron esquivando a la gente por la
estrecha vereda de la calle Urquiza y buscaron ubicación en la
confitería, justo frente a la ventana.
Dos cortados y soda.
- Sabes, Cacho, que ando con problemas. Después que enviudé,
hice pareja con Adela ¿te acordas de Adela, mi compañera de trabajo? Si con
ella y ya hace como veinte años que estamos juntos, pero no sabes lo que estoy
pasando. Le ha dado por tenerle fobia al sexo. La verdad es que no sé si me
está cargando o es en serio, lo cierto es que estoy como si fuera un cura.
- Qué bueno encontrarte, hacía tanto que no te veía. No, si
no sabés lo que estoy pasando yo. Me han puesto un jefe nuevo y ha hecho de mi
vida un calvario. Un guachito que me hace la vida imposible.
- Que digo un cura, si un obispo coge mas seguido que yo.
Empezó diciendo que no quería porque estaba gordo y no sabes, hice una dieta
bárbara y bajé como siete kilos. Después, la muy turra, decía que estaba flaco.
Que le dolía la cabeza. Que tenía problemas. ¿Qué problemas? ¿ella problemas?
¿y yo? La puñeta yo.
- Es un contadorcito que no sabe ni donde está parado. Ni te
imaginas. No sabe nada y cuando le decís las cosas, se enoja. Pero allí no
queda la cosa, sino que hace lo que le dije y después se adjudica el mérito
cuando los resultados son buenos. Es un flor de hijo de puta.
- En algún momento pensé que me metía los cuernos y –no
sabes- llegue a dudar si era con otro hombre o con una mujer, porque se la pasa
con las amigas. Charla que te charla. Después me convencí de que no era así. O
se volvió frígida o entró en la “era de hielo”, no se…
- Se la pasa mirando lo que hago. Controlándome. No sabes lo
que me molesta cuando se para detrás para ver que estoy haciendo en la
computadora. No si no me pregunta, espía. Estoy seguro que habla pestes de mí.
¿Qué como lo sé? Fácil. Por el premio a la eficiencia que se me redujo casi a
la mitad.
- ¿sabes cuál fue la última novedad? Es increíble; primero,
apareció la mística… llegue a pensar que terminaría de monja. Después le dio
por la caridad y comenzó a ir a la Sociedad de Beneficencia, pero -para colmo-
lejos de vivir austeramente vive arreglándose y gastando plata a lo pavote en
ropa y porquerías y ahora le da por el escolazo, no hay noche que no se vaya al
Casino.
- El muy guacho tiene la obligación de hacer reuniones para
tratar los temas de la oficina. Al principio yo participaba y aportaba mis
puntos de vista, hasta que me di cuenta que clase de tipo era y deje de
hacerlo. Un día vino y recriminó mis silencios. Le respondí que creía que no me
escuchaba. ¿sabés lo que me dijo? Que yo parecía un maestro cuando hablaba. Y
si soy maestro, a que quiere que me parezca ¿a un mecánico dental?
- ¿el trato? No el trato es bueno, pero con eso no alcanza.
Es una buena mujer y una buena madre, pero como esposa es un fracaso y yo, yo
quiero otra cosa. Quiero sexo.
- He tratado por todos los medios de zafar y recurriendo a mi
veteranía practique de todo. Desde parecer colaborador hasta hacerme el boludo,
pero nada funciona. El tipo me tiene cruzado y parece que disfruta con hacerme
pasar mal.
- En algún momento, te digo la verdad, empecé a pensar
seriamente en buscar otra mujer; pero a mis años, con una familia tan grande,
no sé si meterme en semejante despelote.
- Me ha transformado en el gato de la sección. Todo lo que
sale mal es culpa mía. No digo que no tenga responsabilidad de nada, pero él no
asume ni las suyas y me hace pagar el costo de sus errores.
- Por otro lado, si después de hacer el desparramo, te metes
con otra y como siempre, comenzas a descubrir realmente quien es después que te
engancha… es un quilombo después de otro… y termino saltando de la sartén al
fuego.
- No sé si ir a un sicólogo o cagarlo a trompadas. El único
problema es que si le pego me van a echar y hoy por hoy necesito el sueldo y a
la edad que tengo, no podría entrar a trabajar en ninguna parte. Que cagada,
que me pase esto justo cuando me faltan 3 años y 341 días para jubilarme.
- En fin… te digo, no sé que mierda hacer… Pero, por Dios,
solo quiero vivir tranquilo. Tranquilo, pero con sexo.
- Che loco, mirá la hora que se me hizo… ya debe estar la
bruja esperándome porque quedamos en encontrarnos a la salida del Súper. ¿Y si
nos vamos?
Llamaron al mozo y pagaron.
- Che, pero que bueno fue encontrarnos.
- ¿Queres que te diga una cosa? Qué lindo es tener amigos que
te escuchen, comprendan y aconsejen, como vos.
- ¿y lo que vos me ayudaste, loco? No sabes cuánto te lo
agradezco.
- Poroto querido, nos estamos viendo… y gracias por todo.
- Chau Cacho, a ver si nos encontramos más seguido.
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