Costó ponerse el pantalón. Le pareció, horrorizada que
tal vez estuviera otra vez con algún kilo demás y se dijo tengo que volver al
régimen de Ravena, porque si sigo por este camino todo será inútil…
En fin, el pantalón superajustado, la blusa algo provocativa,
el perfume, el maquillaje, adorno por aquí, adorno por allá, detalle por
detalle, todo preparado como titulaba la vieja película: “vestida para matar”.
Se miró detenidamente en el espejo. Por adelante y por
detrás. Se dio una palmada en la cola, simuló sonreír, reír, puso cara de
sorpresa, de inocente, de pícara, de seductora, levantó las cejas, hasta que
finalmente hizo un gesto de aprobación. El anzuelo tiene que estar en perfectas
condiciones, pensó, todo de modo tal que parezca natural y con un toque de
distinción. Nada de parecer un yiro ni una desesperada.
Así salió a la calle. Otra vez de caza. Si, de caza
(con zeta). Hacía casi diez años que se había separado y desde entonces no
había encontrado un hombre que considerara a su nivel como para formar una
pareja. Porque ella quería formar una pareja. Nada ocasional. Ni siquiera una
canita al aire. Ella es una dama y una dama no busca otra cosa. Pero, claro, no
cualquier pareja. Una que estuviera a la altura física, económica y social que
merecía. Porque para mugroso y ordinario, ya había estado doce años casada con
Enrique y no soportaría nuevamente fealdad, estrecheces o vulgaridades, por la
sola escusa del amor o una simple calentura.
Su cuota ya estaba cubierta con creces. Además se sentía todavía
apetecible. Se veía atractiva, pero… siempre hay un pero… el tiempo no perdona
y los cuarenta habían pasado hace rato. Los hombres de su edad buscan muchachas
mucho mas jóvenes y los jóvenes, ah… los jóvenes, ellos solo buscan sexo y sacarle
plata.
Pero, optimista por naturaleza, no perdía las
esperanzas y allí estaba, otra vez de cacería. Nuevamente al acecho de una
presa que estuviera a la altura de su cazadora.
Había planeado esta salida meticulosamente. ¿El
escenario? Un supermercado. Claro que no era cualquier supermercado, sino el más
caro de la ciudad. Allí no va cualquiera.
Es un primer filtro.
¿La hora? Después de la siesta. Es el momento en que
los hombres solos aprovechan para hacer las compras para su hogar antes de
volver a trabajar.
Llegó sin prisa. Estaba tranquila y segura de lo que
estaba haciendo y de lo que pretendía. Tenía fe en el plan. Cruzó las puertas
automáticas y vio con alegría que su hipótesis no era errada: No había demasiada
gente, pero si muchos hombres.
Ahora el cebadero. No cualquier lugar es apto para
encontrar el objetivo. Por lo menos el que ella buscaba. La verdulería es de
cuarta. La carnicería de tercera. El sitio es la góndola de los vinos. Un
hombre que se precie de tal, no puede sino ser un buen conocedor; así que el
plan consistía en poner cara de duda e incertidumbre frente a los estantes de
vino blanco en cuanto apareciera algo apetecible. Después de un rato y de varios desechables,
se acercó uno. Primero, ver si tenía anillo de compromiso, de inmediato
estudiar su ropa y luego el contenido del carrito. Si los productos eran de
oferta, estaba totalmente descartado. Si eran de primera marca, seguía en
carrera. En este caso puntual, el examen, resultó aprobado.
Cuando lo tuvo algo cerca hizo el primer disparo. Susurró
con voz sensual:
-
Perdóneme
caballero, pero ¿Ud. no me aconsejaría que vino blanco comprar? No sé nada de
vinos, estoy totalmente desorientada y no querría quedar mal ante invitados muy
especiales.
Primero ver si es arrebatado o reflexivo. Si, sin
mediar palabra, va derecho a sacar una botella y se la entrega, es un autoritario y eso, con ella, no va. Si elige uno dulce y con gas, seguro
que es marica y si va directamente a uno seco, es un agrio y un amargado. Todo
esto lo pensaba, mientras esperaba su contestación.
-
¿Para acompañar
algún tipo de comida especial? Respondió él.
Epa, epa… respuesta muy buena, se dijo sorprendida.
Hay que observar mejor a este prospecto. A ver que veo. Cincuentón, con algo de
panza (pero no demasiada). La ropa no dice gran cosa, pero es sobria y ella
cometió –otra vez- la boludez de no ponerse los lentes de contacto para ver si
podía pispiar la marca. El cuerpo no es su fuerte. No es un Adonis justamente,
pero es un hombre. Le jode un poco la calvicie, pero –se dice- si le hice pagar
el boludo de mi ex, un par de tetas, un culo y una cara, ¿Por qué no hacerle
pagar a éste un trasplante de pelo para él y dejo el problema solucionado? Sigamos, a ver que sucede.
-
Un pescado a las
finas hierbas, le respondió.
-
Ah, para un
pescado a las finas hierbas… yo compraría un chardonay. Es seco, pero perfumado.
Me parece ideal para ese plato.
¡Bravo, bravo...! Aprobado. Sigue participando, pensó
entusiasmada.
-
Muchas gracias,
no sabe cuánto se lo agradezco, respondió y cuando quiso comenzar a conversar,
él continuó caminando alejándose y mirando las góndolas, mientras respondía:
-
Por nada, por
nada.
Así que te hacés el difícil, se dijo, mejor; a mí me
gusta más la pelea que la rendición incondicional o le entrega sencilla.
Comenzó a seguirlo tratando de que no lo advirtiera.
La segunda estación fue la fiambrería. Otro sitio de prueba ideal. La
marca del queso, el tipo de fiambre son típica muestra de quien es quien. Si pide mortadela, Milán o fiambrín fuiste,
pensó. Pero no, otra agradable sorpresa, llevó jamón crudo y un cuarto de
roquefort. Ahora sí que estás en la mira.
El siguió con sus compras y ella vigilándolo. Hasta
fingió uno o dos encontronazos chocándolo con el carrito a la vuelta de alguna
estantería. Lo suficiente como para que le permitiera expresar, solo para que
él la escuche:
-
Parece que al
destino le gusta vernos juntos… mientras practicaba su ya ensayada hasta el
cansancio sonrisa cautivadora.
El parecía complacido, pero nada más. Hasta ahí.
¿Puede ser que tenga ya la pólvora húmeda? Se
preguntó. ¿Cómo es que no pica todavía?
Otro “choque” y ella dejó que él tomara la iniciativa.
-
¡Otra vez...! me
parece que Ud. tiene razón. Esto ya no parece ser casualidad… le dijo con una sonrisa.
Caíste chorlito.
Ahora a seguirlo de cerca para que no se le escape y poder llegar justo
detrás de él a la cola de la caja. Lo logró. Había varias personas en la fila y
ella comenzó a fantasear con la presa, imaginando lo que vendría luego. Primero
pagaba, le pedía ayuda y después solo le quedaba ver que auto tenía y –si este
también era aprobado- al ataque final. No se le escaparía por nada del mundo. Si
todo andaba bien, esa misma noche estaría cenando en un restorán de lujo y
después, se veía, paseando juntos -tomados de la mano- por la avenida Collins,
mirando el mar… y después, después… quien sabe…
Volvió de su fantasía y aprovechó. La espera era otra
oportunidad para el diálogo. Buscó sus ojos y disparó:
-
Falta que nos
vayamos juntos…
Hizo una corta pausa y agregó:
-
Para cargar los
paquetes por supuesto… digo…
-
No se preocupe señora,
que si necesita ayuda, la espero y le
doy una mano para cargar los suyos, respondió la víctima.
Tal vez no se afeite todos los días, pero es cortés y
respetuoso. Una en contra y dos a favor, contabilizó.
-
¡Pero qué amable,
no sabe cuánto se lo agradezco! Ah y no me llamo señora, me llamo Laura.
-
Encantado Laura,
soy Agustín. Parece mentira, pero hace casi una hora que no dejamos de
encontrarnos. Qué cosa loca ¿no es cierto? Parece que hay un magnetismo entre
ambos, le dijo incrédulamente mientras comenzaba a descargar la mercadería de
su carrito para que la cajera fuera pasando uno a uno los artículos frente al
lector óptico.
Ya lo tengo a punto de caramelo, se dijo y empezó a
esperar tranquilamente. Cuando termine, le digo casi en forma de súplica que me
espere para ayudarme y fuiste… estas en el horno.
¡Pero no! No puede ser. Qué horror ¿Que es lo que hace
este hombre? Que digo hombre, esta bestia. No paga ni con Diners, ni American Express,
ni siquiera con Visa… ¿Qué sacó? Por Dios, qué asco si no es más que una
chequera de vales del Sindicato Municipal… ¿Cómo pude equivocarme tanto Señor
mío?
Habrá que comenzar todo de nuevo.
Otra partida. Otra búsqueda. Otra vez de caza…
[i]
Cuento
seleccionado para integrar la VIII
Antología Internacional Digital de Poesía y Narrativa “Elegidos 2012”.
Este cuento
esta incluído en el material del libro “¨Palabras” del Taller Literario de Susy
Quinteros, editado en mayo de 2013.
Este cuento
forma parte del libro “Para muestra basta un Cuentito” editado en enero de 2013
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