domingo, 26 de enero de 2014

CREMA AMERICANA



Los domingos son para él un día especial. Se levanta temprano (antes que el resto de la familia) para leer tranquilamente alguna novela o cuento, recostado en la reposera o en la hamaca paraguaya.  Es uno de los lujos que se reserva en soledad. Pero aquel domingo era algo mas. Un aniversario. Cumplían años de casados y los gurises se habían quedado a dormir en lo de la abuela. Estaba todo preparado para un festejo íntimo.
A primera hora de la mañana llegaron las rosas. Una por cada año cumplido. Con un primoroso envoltorio y una tarjeta con una dedicatoria que le había costado horas pensar, para que fuera sentida, romántica y original. El ramo tuvo su lugar apropiado en medio del living y la mañana fue avanzando, con la preparación de un almuerzo especial.
A medida que se acercaba el mediodía, percibió que algo comenzaba a funcionar mal. El silencio creciente de Alejandra le llamaba la atención. De la locuacidad mañanera, había pasado a dosificar sus palabras a medida que el reloj avanzaba. Sabía, por experiencia, que algo pasaba. Hay dos síntomas de desastre: el primero, la frase “tenemos que hablar” y el segundo, justamente, el silencio.
En alguna oportunidad creyó haber encontrado un remedio para estas situaciones que –al principio- le dio resultado, pero después fue un desastre. ¿En qué consistía? En un perdón de amplio espectro. Algo así como un Amoxidal 500, pero para la relación de pareja. Servía para todo.  Pedir perdón por quien sabe qué cosa que pudiera haber hecho, aunque no fuera consciente de ello. Las dos primeras veces había resultado, pero la tercera; ella replicó:
-                  ¿Perdón por qué?
Ante la sorpresiva pregunta no supo que responder. Ella siempre tiene una razón para que uno deba disculparse pero ¿esta vez que pasaba?
-                  ¿Ves? Ni siquiera sos capaz de darte cuenta de porque estoy como estoy. ¿tantos años para que me conozcas así? No si no tenés remedio, solo te mirás el ombligo. Pero, que macana  te habras mandado ahora, porque si pedís perdón es porque algo hiciste. Confesá turro.
Así tuvo que inventar una zoncera muy poco consistente pero que le permitió zafar, nada airosamente de la situación. Claro que, se dijo, este remedio ya no sirve y es peligroso.
Ahora, se encargó de poner la mesa y ella trajo de la cocina la fuente con el delicioso plato preparado. Todo en total silencio. El abrió la botella de vino caro que había comprado para la ocasión, sirvió ambas copas y cuando levantó la suya para brindar diciendo por “muchos años mas de felicidad”, ella respondió con un incomprensible “Ajá…”. La cosa está mucho peor de lo que creía, pensó.
La comida –exquisita- por la situación que no terminaba de comprender le cayó como una bomba. Le costó tragar cada bocado. Hasta que llegó el momento del postre.
Alejandra se especializa en hacer una torta de manzana, caliente, que completa y adorna con una bocha de helado de crema americana.
Cuando le puso el plato frente suyo, el helado no estaba.
Entonces él preguntó inocentemente:
-                  ¿Y el helado?
-                  El helado no está porque tenía que pedirlo el señor de la casa y está claro que no lo hizo. Mientras su mujer se deslomaba preparando la comida, el señor se rascaba las bolas a cuatro manos. Era lo único que tenía que hacer y no lo hizo.
-                  Pero no, explicó él, te juro que lo pedí. Incluso pensé que había llegado y vos lo habías recibido.
-                  Además sos mentiroso. No mientas. No lo pediste. Claro, todo lo tengo que hacer yo, mientras vos miras por televisión, no importa ni que equipos jueguen, a veintidós pelotudos corriendo detrás de una pelotita…
-                  Pero no querida, te lo juro…
-                  ¿Juras? ¡Sacrílego! Ahora no tenés ni respeto para Nuestro Señor… No, si no tenés la mas mínima vergüenza. Degenerado. Me arruinaste el fin de semana. Te cagaste en nuestro aniversario… seguramente porque no te importa…
-                  Ale, te aseguro que lo pedí pero, más allá de eso, ¿te parece que esa pavada es tan grave como para arruinar el almuerzo de nuestro día?
-                  No ves que no entendés nada. El helado me importa un carajo, lo que me duele es la importancia que vos le das a nuestra relación que se está cayendo a pedacitos por tu falta de interés…
-                  ¿Nuestra relación se está cayendo a pedacitos por un helado?
-                  No, si vos sos más idiota de lo que decía mi madre… ¡Cuanta razón tenía cuando me aconsejaba que es mejor una mala persona que un bobo! La mala persona puede volverse buena, pero el bobo inteligente nunca… aulló mientras comenzaba a sollozar.
-                  Querida gracias por lo que me toca, pero ¿es para tanto? ¿a vos te parece que me olvide de todo? ¿No te compré acaso un hermoso ramo de rosas? ¿no viste lo que te puse en la dedicatoria de la tarjeta?
-                  Querés que te diga algo, jamás me gustaron las flores y siempre odie las rosas. Además todos los años tiré las tarjetas sin leerlas… si le debés poner a todas siempre lo mismo.
-                  ¿Y recién ahora me lo decís? Veinte años regalándote flores al pedo. ¿Por qué nunca me lo dijiste? ¿Por qué no sos clara? Cuando querés algo ¿Por qué no me lo pedís con todas las letras y directamente?
-                   Ves, a pesar de vivir juntos tantos años no me conocés. No es así. No funciona así. Vos solo tenés que darte cuenta ¿Cómo puede ser que no sepas lo que me gusta y lo que no me gusta? Ves, eso es porque no me querés, porque no me comprendés, porque ni siquiera te importo… solo te interesa lo que tiene que ver con vos y nada mas…  solo te sirvo para limpiar, cocinar, lavar, planchar, educar a tus hijos, coger y te digo –egoísta de mierda- que a partir de mañana dormís en el sofá. Te di mi vida y la tiraste a la basura. Dicho esto, se paró y se retiró llorando al dormitorio.
El se quedó sentado y sorprendido, cuando sonó el teléfono.
-                  Hola –escuchó del otro lado- le hablo de la Heladería el “Cucurucho Torcido”, ¿puede ser que Ud. haya pedido a media mañana medio kilo de helado de crema americana para la dirección Rocamora 1328? Porque el chico ya fue tres veces y no le quieren recibir el helado.
-                  Si yo había pedido el helado pero para la dirección Rocamora 328…
-                  ¿Quiere que se lo mande entonces?
-                  No, métaselo en el culo… eso sí, con pote y todo.

[i] Este cuento forma parte del libro “Para muestra basta un Cuentito” editado en enero de 2013

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